Para mí, el olor a humedad es olor a teatro. Supongo que ese registro viene de los camarines del Payró. Era muy chiquita y casi todo lo que tenía que ver con el teatro me atraía. Pero fue el olor lo que quedó grabado porque creo que lo que más me fascinaba era ese poder de deslizarme hacia una parte del teatro que era invisible y vedada para muchísimas personas. Un pase libre para ver la materia prima, el bruto, la cosa transformándose o destransformándose. Algo que se parecía mucho a conocer a alguien en profundidad y ser parte de su círculo íntimo.
Mucho tiempo, yo me acerqué a la pantalla de la televisión intentando imitar ese movimiento que podía hacer en el teatro. Me acercaba y quería mirar más allá. No detrás, sino más hacia adentro. Hacia los costados, el arriba y el abajo, de ese adentro.
Durante muchos años estuve acostumbrada a estar entre las personas de menor edad de los grupos de teatro. Y si había algo que yo sentía que tenía de sobra era futuro. Puedo recordar muy bien esa sensación de comienzo. De algo incluso más parecido a los preparativos que al comienzo. En aquellos días yo tenía un deseo: quería ser una joven promesa.
No tengo idea de dónde venían esas dos palabras. Pero me recuerdo pensándolas. "Lila Monti, una joven promesa del teatro argentino". Nunca nadie me nombró así. Ni yo misma lo hubiera hecho. En cuanto los preparativos terminaron y la cosa empezó a rodar, el presente empezó a llevarme el tiempo suficiente como para no dejarme pensar en todo ese futuro que me "sobraba". Y me olvidé casi totalmente de aquel anhelo. Un poco, creo, porque nunca estuve realmente cerca de cumplirlo, pero tampoco lo suficientemente lejos como para descartarlo definitivamente y lamentarlo. Entonces, no fue hasta hace poco (cuando me di cuenta que, aún cuando pudiera transformarme en algún tipo de "promesa", definitivamente ya nunca me ganaría el epíteto de "joven") que atravesé un pequeño duelo por no haber podido cumplirlo.
Cada tanto, pienso en todas las "jóvenes promesas" con las que me codeé (siempre me dio gracia ese verbo) y me reí y me senté en una mesa. Pienso en las muchas de ellas que cumplieron, holgada y genialmente, mucho de aquello que prometían. Me doy cierta ternura cuando pienso en cuánto me hubiera gustado seguir moviéndome a su ritmo, compartir proyectos, camarines, el espacio dentro del borde, en el medio de la pantalla o de la escena.
Pienso que este berrinche adolescente de querer mirar más allá de lo que la pantalla me muestra de mí misma ahora, es igual de ingenuo en este momento que hace 40 años. Que los potenciales siempre me hincharon bastante. Y que estoy bien en este borde que tiene más de deseos cumplidos que de promesas, y más de madurez que de juventut, divino tesoro. Pienso que estoy bien en mi pequeño caos de manzanos, payases, horizonte de campo, tareas de Escuela, micrófonos, pan casero y algunos momentos del glorioso olor húmedo. Pienso que todavía hay mucha vida para darle rienda suelta a varias de las cosas que quiero hacer o compartir con las jóvenes promesas, de vidas ya avanzadas, cuerpos no tan hegemónicos y anhelos bastante más heterogéneos que hace 30 años. Pienso que quiero la obra con Lore, la Sala independiente en Chascomús, las canciones con Guille, el número con Juana y Marina, alguna mesa de noche de estreno con algún elenco numeroso, en algún teatro que nos pague un sueldo, con une directore con el que me guste trabajar, La Escuela sin Sede, varios Festivales más, muchas cosas con Cristi, con Hernu, con Fusco, con Taglecita querida, más pelis, y obras, con gente nueva, que no conozca y que me haga reír.
Eso siempre.
Porque reírme fue mi más vieja e inextinguible promesa.
Y esa no te la cambio por nada.
Hasta que sea vieja, como una pasita de uva.
(Como a tode blogger, me va a encantar que me dejen comentarios. Acá abajo puse un cosito de comentarios de FB, para ese fin. ¡Gracias!)
Qué aire da el dejar a la joven promesa! Qué respiro! Podés andar livianita, e ir gestando las promesas del día a día, las que están más cerquita!!