Que mis vínculos fortalezcan su amor por aprender a decir, más que por aprender a callar. Que quien me ama sienta que puede decirme aquello que le gusta y también aquello que le disgusta de mí, y que yo pueda escucharlo. Y viceversa. Que aprenda a emitir mis palabras con la justa combinación de cabeza y corazón, para que a los oídos que me escuchan les llegue lo que siento y también lo que pienso. Con más claridad. Que pueda hablar para decir y no para tener razón. Para construir y no para ganar. Que mis oídos escuchen claro para que mi corazón reciba calmo y mi cabeza comprenda lo que es oído. Para que así, entonces, yo pueda vislumbrar corazón y cabeza de quien me habla. Y que pueda ser flexible para poder ensamblar mejor con les demás, pero también conmigo misma, sin perder mi esencia pero comprendiendo que no es mía la verdad. Que dejen de asustarme los errores. Los míos y los de otras personas. Que no les dé mayor importancia de la que tienen, justamente por no saber cómo enunciarlos para aprender de ellos (de los errores, digo). Que aprenda a soltar todo aquello que no tengo por qué sujetar. Y que me quede la fuerza para sostener aquello que necesita ser sostenido. Que el amor sea rojo del borde al centro y no rosa en la superficie y negro para adentro. Que admita el barro y el agua cristalina. Y que todo esto que me pasa, me sirva a mí y a todas aquellas personas que amo. Y a las que no, también. Para que el mundo sea un lugar más bello. Y más sano.
- Lila Monti
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